jueves, 6 de julio de 2017

Salir o no salir, esa era la cuestión

La fecha del parto era el día D. El 6 de Junio de 1944 (día D) los Aliados invadían la Francia Nazi.

Como en aquella fecha tan señalada, llovió el día antes, solo que mi pequeña no nació el día 6, sino el 11.

Todo fué debido a que tenía el cordón umbilical alrededor del cuello y eso no le permitía bajar.

Pensamos que aquello era una anécdota cualquiera de las muchas que ocurrieron, pero lo que no supimos hasta un mes después fue lo que aquello significaba.

No sabemos si fue antes el huevo o la gallina, pero al cabo de un mes, la que parecía una niña tranquila se volvió un demonio de Tazmania.

En el capazo lloraba, en la cuna lloraba, en el baño lloraba y solo el pecho la relajaba.

Ya por aquel periodo estival, donde pasaban las olas de calor, le pedía a mi mujer la posibilidad de dar una vuelta en el carro con la cría. Me costó convencerla, por los días calurosos que se nos avecinaban. Hasta que un día me emperré y lo conseguí.

Ese día, yo mismo caí, en el error que fué dar un paseo con la criatura: no se si por el calor, por el nerviosismo de la niña o por algún otro motivo, sacar a la niña en el carro era un suplicio.

Las pruebas fueron numerosas: primero carro, luego teta y luego baño. Primero teta, luego baño y luego carro. Nada funcionaba.

Al final nos vimos obligados a la clausura.

Hasta que un día, nos cedieron una mochila. Madre mía, los precios de la mochilas. Menos mal que teníamos a mi querido Mario para distribuirnos con todos aquellos juguetitos.

El cambio fue increíble. Nada más salir con la mochila, se quedó dormida y duro cerca de una hora. Fue increíble, no había dormido tanto en mucho tiempo y tanto mi mujer y yo nos sentimos muy aliviados.

A partir de ahí, llegaron otros juguetitos y el mejor con diferencia fue una tela de porteo. Sinceramente, la recomiendo de todo corazón. Aunque parecíamos saharauis.

En esa tela mi hija ha sido donde mas a dormido en estos dos años. No se si el calor humano o el movimiento​, pero era el único sitio, a parte del pecho de la madre, donde encontraba el descanso.

Esa tela es maravillosa, en comparación, con cualquier mochila, por precio (50€) y por comodidad. Podía llevar a mi hija tres y cuatro horas y no suponía una carga. Además le permitió cubrir un clip en las caderas.

domingo, 2 de julio de 2017

Un peo en mi cara

Una mañana me desperté. Era un día de fiesta, porque no hubo la agitación de cada día y al mirar a un lado, me encontré con el culo de mi hija.

Inmediatamente recibí un peo bien sonoro y con un olor no muy desagradable.

Aunque no fué nada trágico, sentí en ese momento como se iba levantando una barrera entre mi mujer y yo.

Aquella pequeña cosita, sin tener ningún tipo de conciencia, levantó un muro entre mi mujer y yo. El peó lo constató.

Las mañanas donde me quedaba mirando la cara de mi mujer y le apartaba dulcemente el flequillo quedaron atrás.

Nunca me importó cederle el protagonismo a mi hija, porque es lo que se esperaba de mí y de nosotros, pero los momentos donde nos sentábamos a ver la tele con un masaje de pies quedaron en el pasado.

Día a día el pecho a demanda y el colecho nos arrebataron el tiempo de la pareja.

Además por aquel entonces vivíamos con mi suegra y no teníamos cuna de colecho, así que ese pequeño espacio que ocupaba ella en la cama entre nosotros dos era obligado.

En el trabajo, se secundaban día a día las conversaciones con otros padres sobre la incapacidad de volver al tiempo pasado en el nivel de la pareja y muchos arrojaban los mismos comentarios: "al niño hay que sacarlo de la cama antes del año"

Además hubo otras consecuencias: malas caras, humor de perros, etc el yugo que nos autoimpusimos, quizás por necesidad, hacia que mi mujer tuviera que dormir poco y mal, con los pechos al aire toda la noche. Yo intentaba, en pleno invierno, cubrirlas a la dos con el nórdico, pero la realidad es que siempre aparecía mi mujer helada e incómoda.

Más de una patada me llevaba por parte de mi hija, ya que también fué y es muy nerviosa para dormir.

Mi mujer casi agotaba la batería del móvil mientras la niña mamaba y cogía el sueño. La falta de un sueño reparador ha hecho que tras los dos años que ha durado el proceso, nos veamos en una situación delicada.

Yo siempre me he emperrado en mejorar la situación y antes de irnos a la cama, intentaba dormirla en su cuna. Primero duraba 15 min, luego llegó hasta las dos horas, a veces duraba hasta las cuatro de la mañana, pero.....siempre volvía a la cama.

La cuna de colecho (cuna de segunda mano adaptada con un serrucho y algunas cuerdas) fue una mejora importante y la música también ha ayudado, pero cuando empezó a coger peso, dormirla se convertía en un suplicio para mi espalda y mis brazos.

Es puro estrés insano: yo le metía presión a mi mujer para que dejara la teta para poder tener tiempo para dormir a mi hija en brazos, mi mujer me metía presión a mi para que no le metiera presión, yo metía presión para irme a dormir antes de que ella metiera presión por la presión que metía que a la vez me metía presión a mi mismo.......una locura!!

Y al final que pasaba, que me iba al sofá y todo se derrumbaba.

Creo que una hija no puede predisponer a los padres a tener una constante falta de sueño porque entonces tiende ir todo a peor y la pelota cada vez se hace más grande.

miércoles, 28 de junio de 2017

Cada lactancia, una España

Creo que no es un dicho popular: "cada cafe, una España", pero lo que quiero decir es que la lactancia tiene muchas formas, maneras y ritmos.

Después del estudio bibliográfico que realizó mi mujer y los consejos de su matrona, la desición fue realizar "pecho a demanda".

Sobre este tema quiero realizar dos preguntas, ¿Puedo darle el pecho a demanda?¿Debo darle el pecho a demanda?

Puede parecer la misma pregunta pero el cambio de matiz es muy grande, a mi juicio.

¿Puedo eructar en publico? Pues mire usted, en algunas culturas es hasta un insulto no hacerlo y en otras puede verse como una grosería, pero el matiz que quiero sacar a la luz es el de la otra pregunta.......¿Debo?

En mi caso, mi mujer es ama de casa y mi trabajo me daba cierta flexibilidad a la hora de adaptar los horarios y pensamos que las ventajas superanban a los contras.

Aunque había noches malas y sin dormir, la lactancia a demanda nos obligaba a hacer colecho y eso le permitía a la niña encontrar rápidamente su sustento.

Puedo presumir de haber dormido muchísimo durante los primeros meses, porque aunque la pequeña no se libró de los cólicos, el tener la leche materna siempre a mano le hizo muy bien.

No había biberones por medio, de hecho mi hija hoy con dos años, no sabe lo que es un biberón. No, porque no se lo ofrecieramos, sino porque ella siempre prefirió el calor de la madre.

El vínculo con la madre fue, es y será muy fuerte, pero no todo el monte es orégano.

La madre se vio envuelta en un proceso oncológico que durante un tiempo, nos dejó en vilo. Aunque con buenas perspectivas de futuro, este campo de la medicina siempre te deja psicológicamente tocado. Un buen dia, llegó la operación.

Aunque se luchó porque el hospital atendiera el colecho y la lactancia, al final, una planta oncológica no era el mejor sitio para un bebé.

La noche posterior a la operación, se convirtió en "la noche más larga", porque había que romper ese fuerte vínculo, aunque fuese por algunas horas y mi hija no lo quería admitir.

Los preparatorios fueron acojonantes: leche caliente en termos, recipientes con todos los tipos de cereales y papillas disponibles, calienta biberones, legiones de baberos, música clásica para aburrir en mp3 y todos los preparatorios inimaginables, pero la realidad es que aquello no podía sustituir al calor de una madre.

La noche fue muy larga, los minutos pasaban lentamente, mientras la noche se ahogaba en llantos y gritos donde solo se escuchaba una palabra lastimera: Mamá.

martes, 27 de junio de 2017

Al tercer día, la niña no mamaba

Los primeros problemas llegaron al día siguiente de encontrarnos los tres en la habitación del hospital.

La niña no mamaba. El motivo principal fue porque la madre estuvo en el despertar 4 horas y para que la niña no se deshidratarse, le pusieron un biberón. 

Todo iba bien, hasta que la niña empezó a vomitar dicha leche. Recordaré ese momento toda mi vida. La leche saliendole por la boca y entrandole por la nariz, sin poder respirar. No recuerdo un momento más difícil.

Bien por la facilidad de obtener la leche del biberón o por lo novicios que éramos, hasta el tercer día no conseguimos que la niña se enganchara al pecho y nuestras dudas y nuestras inquietudes empezaban a nacer.

¿Sería posible comenzar con la lactancia después de que la niña haya probado el biberón?

Pues sí, lo conseguimos, la clave fue comprar unas pezoneras y engañar a la niña.

Estas pezoneras nos acompañaron a lo largo de un buen tiempo: lava, desinfecta, vuelve a lavar, ¡Mierda! No hay pezoneras limpias, ..... Fue difícil.

Pero apareció una duda: bueno y ¿nuestros abuelos como lo hubiesen hecho? Por aquel entonces no habían estos inventos que costaron 12€ la pareja. Pues bien, después de hablar con la enfermera, me dijo que era el hombre el que le hacía el pezón a la madre para después que la niña lo tuviese más fácil. 

Mi recomendación, queridas madres, es que aprovechéis está idea tanto económica como tolerante, ya que los primeros días, las primeras semanas, yo me sentía fatal por no poder aportar nada a mi familia.

Porque en la lactancia materna se crea un vínculo entre la madre y la hija, pero ......y el padre.

Al principio todo eran rechazos. De hecho, mi hija no podía estar en brazos de alguien que no tuviera dos pechos.

La desición inicial

Cuando un padre o una madre toma una desición concerniente a su hijo, nunca se equivoca.

Aunque he aprendido con el paso de los años, que no existen verdades absolutas. Si puedo elevar a definitivo está afirmación.

Cada padre y cada madre buscan orientar a la familia a la mejor situación posible, pero por el camino hay que hacer sacrificios y esfuerzos.

El darle o no la lactancia materna a su hijo puede ser un dilema importante.

Como en todo conflicto, existen dos bandos bien definidos y posiblemente, en el fondo, cada uno lleve parte de razón, pero como he dicho antes, no existen verdades absolutas.

La lactancia materna no conlleva un 100% de beneficios para la familia y el no darle el pecho al niño ídem de lo mismo.

Mucho antes de que mi preciosa hija naciera, su madre agotaba días enteros buscando pro y contras. Aparecieron el blog de la malas madres, publicaciones como ríe, reza y mama y un sin fin de información relevante a dicho tema, siempre orientado desde el punto de vista de la relación madre-hijo.

La desición llegó con rotundidad al saber que los niños expuestos al metro Stivil (o el método de los 3 llantos) con llevaba problemas en la adolescencia. El estudio hacia mención de que aquellos niños que comenzaron con el método Stivil a finales de los 90 y a principios de esta centuria, comenzaban a tener problemas de introversión, aislamiento, transitorios alimenticios, etc.

Mi mujer y yo nos miramos y llegamos a la misma conclusión ambos buscando lo mejor para nuestra pequeña.

El tiempo nos daría la razón.....o no.

La lactancia materna. Cómo ha sido....

Ya ha llegado el día. Ese día donde el ciclo de la lactancia toca a su fin. ¿Por qué ahora escribo este blog? Para ofrecer, con acto de conciencia, lo que hemos vivido y que sirva para otras madres.

Creo que como todo padre cuando uno toma una desición concerniente a su hijo, busca lo mejor para este y así fué.

Tomamos la desición de ofrecerle la oportunidad a mi pequeña de darle todo el cariño y cuidados posibles y entre todos los esfuerzos y sacrificios, se encontró que su madre le diera el pecho.

El camino no ha sido fácil y algunas veces, agradable pero espero que las consecuencias sean favorables.

Tengo mucho que contar, tanto cosas buenas como cosas malas, pero espero que al final cada madre y cada padre tenga otro punto de vista. Un punto de vista, no desde un punto de vista pediátrico sino un punto de vista humano y desde ese lado de la relación que muchas veces no se expresa. La visión de un padre.